martes, octubre 11, 2011

26 DE ENERO DE 1935: EL MÍTICO PRIMER PERÚ – CHILE TRAS LA GUERRA DEL PACÍFICO

Comentar estos pasajes, es encontrarse con una siempre promocionada rivalidad que esperamos sea solo deportiva.
Esto sí que fue tensión: en enero de 1935, Chile se enfrentó por primera vez a Perú. Fue en Lima, a medio siglo de la Guerra del Pacífico y a seis años de la devolución de Tacna.
 
FECHA INOLVIDABLE 
Diarios de la época: En chile no se resignaron. Perú ganó 1 a 0 empezaría una rivalidad deportiva. 
El 26 de enero de 1935, a las 16:07, la selección chilena entró a la cancha del Estadio Nacional de Lima para jugar por primera vez en la historia contra Perú. Habían pasado cincuenta años desde el fin de la Guerra de Pacífico, y apenas seis desde la devolución de Tacna. Los relojes marcaron el inicio del cotejo ocho minutos después, pero la serie de eventos que hicieron posible ese partido comenzaron mucho antes. 

RECOBRANDO LAZOS DE AMISTAD  
En 1928, la cámara de Senadores de Perú aprobó la reapertura de la embajada en Santiago, y Augusto Leguía, a la sazón Presidente de Perú, le ordenó a la federación que trajera un equipo chileno a jugar a Perú. El elegido fue el Santiago Football Club.  
Los chilenos viajaron, pero allá se enteraron que, desde Santiago, la federación les prohibía actuar: al recibir dinero burlaban su condición de amateurs. No tenían autorización. Augusto B. Leguía no se conformó, instó a la federación peruana a insistir, debido a los «altos móviles» que tenía el Gobierno para que el duelo tuviese lugar. Salió un cablegrama rumbo a Chile, pero sin la firma de León M. Vega, presidente federativo. Fue su último día en el cargo. Finalmente, el 24 de septiembre, en el estadio Víctor Manuel II, Santiago Football Club venció 4-2 a Circolo Sportivo Italiano. La plana mayor del gobierno peruano estaba en las tribunas. 

LA CONSTANTE BÚSQUEDA DE HERMANDAD ENTRE LOS PUEBLOS  
Fue el primer antecedente, pero faltaba el hito mayor: que una delegación oficial chilena fuera de visita, con todas las implicancias del caso. Ya sin Leguía – Óscar Benavides estaba en su lugar-, el gobierno peruano organizó el aniversario número 400 de Lima, un extenso festejo que tendría como punto importante un campeonato sudamericano extraordinario, con Uruguay, Argentina y Chile. Una serie de factores permitieron que la invitación fuera aceptada. «Era parte de una celebración mucho mayor, auspiciada por el municipio. El ambiente festivo podía calmar las odiosidades», explica el historiador chileno Luis Ortega Martínez, quien hoy trabaja en Harvard. «Además, Perú tenía un militar a cargo, lo que ciertamente garantizaba mano dura ante cualquier tipo de incidente. Otro punto importante es que las élites de ambos países estaban fuertemente relacionadas. Había muchos exiliados peruanos en Chile. No a nivel de pueblo, pero a nivel aristocrático. Había muchos vasos comunicantes».  

LAS ESTRELLAS DE LA ÉPOCA   
Con el dirigente Joaquín Morales ejerciendo de director técnico, la selección chilena inició un plan de preparación en Santiago, que, según acreditan los diarios, distó mucho de lo ideal. Para empezar, faltaban varias piezas. Teodocio Aguirre, quien jugaba en esos años en Aviación, confirma. «Muchos jugadores éramos además miembros de las Fuerzas Armadas, las que nos daban permiso para entrenar una vez a la semana, no para concentrarnos en un hotel».   
Así, antes del año nuevo, el equipo chileno zarpó de Valparaíso rumbo a Callao, a bordo del carguero Santa Teresa. Para ser un cuadrangular, el torneo se tomaba su tiempo: 21 días entre el primer y el tercer partido.   
Chile perdió 4-1 con Argentina en el debut y 2-1 frente a Uruguay el 18 de enero. La semana previa al choque con los locales fue bastante rara. La selección se dedicó a pasearse por las redacciones de todos los periódicos locales, pidiendo que transmitieran un mensaje de tranquilidad.   
Dentro del plantel las cosas no estaban tan tranquilas. Diversos rumores de indisciplina habían llegado hasta Santiago, habiéndose comprobado uno sólo: tras el partido con Uruguay, el mediocampista Guillermo Gornall se pegó una «largona» difícil de obviar: se desapareció el viernes en la noche y llegó al hotel recién el domingo. Los diarios, apuntan, eso sí, que el lunes entrenó como el que más.   
La situación tuvo réplicas: la Asociación Talca envió una misiva a la federación. «Con todos los antecedentes, sean inflexibles de la aplicación de las penas a los que se han hecho acreedores los que en mala hora llevaron la responsabilidad de representar al fútbol nacional».   
Para peor, el técnico Morales tuvo que dejar Lima en la mitad del campeonato, por la enfermedad de un familiar. Ya en Chile, dijo que todo ocurrió dentro de la normalidad. Su ausencia contra Perú tampoco era tan dramática: en el partido contra Argentina había querido cambiar a Gornall y a Guillermo Riveros por su pobre actuación, pero el capitán Carlos Guiduce se lo prohibió. Según él, estaban bien así.   
El gobierno chileno seguía atento el recibimiento que la delegación chilena recibía en Lima. La embajada de Chile envió un oficio tranquilizador sobre el público durante el choque contra Uruguay. «El nombre de Chile era aclamado insistentemente por millares de voces que pusieron una nota de inmensa emoción en el vasto anfiteatro deportivo».   
En la calle, la temperatura era otra. Juan Sánchez Robles nació en 1916. Fue jugador entre 1927 y 1939, pero sólo al final de su carrera logró actuar en primera división.   

EN CHILE LA BANDERA PERUANA FUE PUESTA COMO ALFOMBRA PARA PISOTERALA   
Con 19 años, estuve esa tarde en el Nacional de Lima como espectador. «Fue un acontecimiento cuando el pueblo peruano supo que venía una selección chilena, ya que estaba aún sensible lo de la guerra y lo que habían robado, saqueado y matado. Además, se comentaba en las calles que en Chile habían puesto la bandera del Perú como alfombra de los ministerios o edificios públicos y la gente que entraba tenía que pisarla para entrar».   
Otro incidente, en el partido por la segunda fecha entre Perú y Argentina, puso a las partes en alerta. Las crónicas hablan de una batalla campal, con agresiones variadas de los trasandinos -lesionaron a cuatro rivales- que incluso incluyeron al juez. Al término, buena parte de los espectadores esperó a los visitantes para lanzarle piedras. En el tumulto fueron heridos García, Bello, Pajoni y Campilongo. La dirigencia argentina amenazó con devolverse a Buenos Aires sin jugar la final.   
El asunto se solucionó, pero obligó a intensificar la campaña pública para el duelo por el tercer puesto. El día anterior al partido, el equipo chileno en pleno visitó a los peruanos, que estaban concentrados en un estadio de Callao, con toda la prensa apostada. Almorzaron juntos y hasta intercambiaron vítores concluido el ágape.   

LOS DIARIOS PERUANOS Y EL CLIMA DE PAZ   
Los diarios peruanos, alineados con el gobierno en despolitizar el encuentro, se plegaron a la campaña. El Comercio escribía en una editorial. «Los jugadores saldrán a la cancha a confraternizar, pues antes que el triunfo anhelado por peruanos y chilenos está al común deseo de alternar en un torneo en que les sea dable estrechar aún mas los vínculos fraternales».   
La dirigencia chilena fue clara con los jugadores: había que salir con bandera blanca; un incidente como el que sufrió Argentina, podía desencadenar en algo mucho peor. El delegado Arturo Flores decía el día previo. «Anhelamos llevarnos un campeonato de esportmanship (sic), mientras otros se lleven el título sudamericano».   

EL OTRO MAGO:  VALDIVIESO   
Los peruanos eran conocidos por dos cosas. Su arquero, Juan Valdivieso -padre Luis, ex ministro de economía de Alan García y hoy embajador en Estados Unidos-, quien se haría famoso al año siguiente en una gira por Chile, al atajar cuatro penales en un mismo partido. Los otros eran un par de jugadores muy recios: Fernández y Lavalle. Este último, de hecho, tuvo que retirarse de la actividad en 1936, cuando, de una patada, le rompió la arteria femoral a un rival, causándole la pérdida de la pierna por gangrena y, días después, la muerte.  
De vuelta al 26 de enero, a las 16:15. El argentino Eduardo Forte -quien insólitamente tenía que jugar la final al día siguiente- dio el pitazo inicial.   
Chile dominó el encuentro sin mayores problemas -muchos peruanos estaban molidos aún por la paliza que les dio Argentina- e hicieron de Valdivieso rápida figura. Las acciones entre los cinco delanteros nacionales eran más coordinadas, pero no pudieron concretar.   
A los seis minutos del segundo tiempo, Perú dio el golpe, tras una extraña situación: Teodoro Fernández, ídolo de los locales, llevaba el balón y chocó duramente con Arturo Torres. Los jugadores chilenos, preocupados del juego limpio, se quedaron impávidos mirando al delantero rival en el piso. Montellanos se aprovechó de la ingenuidad y batió a Cortés para anotar el único gol de esa tarde.   
La Crónica de Perú resume muy bien el trámite. «Los equipos, instados de antemano a hacer un brega limpia, amainaron sus ímpetus desde el camarín. Salieron juntos a la cancha y jamás pudieron librarse de esa consigna».   
Hubo doce mil personas en el estadio y ningún incidente que reportar. «El equipo chileno se sorprendió: pensaban los íbamos a tratar mal, que iban a recibir amenazas, que hasta los podríamos matar, sin embargo el público en el estadio llegó a aplaudirlos y reírse de algunos chistes que hicieron», recuerda Sánchez.   
¿Por qué no explotó Lima esa vez? Hay varias teorías: las entradas estuvieron inusualmente altas para la época: tres soles por galería (el equivalente a 180 pesos).   
Eduardo Cavieres, Premio Nacional de Historia y especialista en relaciones chileno-peruanas, va más allá. «El gobierno peruano venía saliendo de un conflicto muy reciente con Colombia, que, aunque menor en escala que la guerra del Pacífico, concentraba en ese momento particular los sentimientos nacionalistas peruanos, superando incluso lo que significaba tener chilenos en Lima a tan poco tiempo del conflicto. A pesar de ser un partido de fútbol, fue además una importante prueba de civilidad para los dos países».   
Tras el partido, los chilenos felicitaron a los peruanos, dejaron el estadio en plena calma y al día siguiente ya estaban a bordo del Santa Teresa, con seis días en altamar, por delante. 

No hay comentarios.: