martes, noviembre 04, 2008

ETICA Y POLITICA EN LA CONVIVENCIA SOCIAL...
Escribe:   Lic. Ana María Palomino Cueto

Esta sociedad actual atraviesa por una de las mayores crisis de la historia. La causa de dicha crisis no radica precisamente en el cambio de milenio, ni en el colapso de las grandes economías, la situación de América Latina, o la intolerancia al sufrimiento y la desgarradora violencia.  En el campo político existen conflictos en todas las latitudes incluida la nación más poderosa del planeta. 
La corrupción está al orden del día; se han trastocado los conceptos. Las personas aceptan el robo como una forma de vida, la violencia como la forma mas inmediata de solucionar los problemas, la calumnia como el jaque mate a los que surgen como competidores ante tan ansiado puesto político o de trabajo, en fin, la tan anunciada cultura global no termina por constituirse y todos los aspectos de la vida humana caen bajo el denominador común de una general incertidumbre, caos envueltas en la cultura del “Hombre Light” el nuevo hombre hecho de reciclaje, levantado en el valor de la escoria, hundido en su propia miseria humana. 
Entonces surge como lo mas grave en nuestra sociedad actual,  la preocupante “Crisis de valores humanos”, crisis de identidad del hombre contemporáneo: un hombre que se está acostumbrando a vivir sin saber lo que quiere y peor aún, a vivir sin querer lo que hace; un hombre acrítico, poco autónomo, presa fácil del consumismo y expuesto al vaivén de las modas e ideologías de turno. 
Un hombre preocupado más por colmar sus expectativas materiales, por la conquista del “poder” y del “tener” que por el auténtico desarrollo y plenitud de su “ser”… en fin, un hombre en vías de la más escalofriante deshumanización.  Un hombre que carece de un auténtico proyecto de vida, que oriente su destino, que lo conduzca hacia el logro de metas mediante un estilo a partir de opciones valorativas que marcan su propio devenir histórico, como persona y profesional. 
Sabemos que todos tenemos una misión en la vida, pero mientras no la descubramos será muy difícil encaminar nuestros esfuerzos hacia objetivos definidos. Todos aspiramos a un mundo mejor, y tenemos derecho a él.  En especial los jóvenes y las instituciones que tienen la misión de educarlos como son la familia y la escuela, encuentran una esperanza, en la ética y los valores, los únicos que pueden orientar e imprimirle un sentido a su  vida. 
El ser joven es una aventura, un reto, una oportunidad, una puerta abierta hacia el futuro y hacia la vida adulta, es decidir lo que será cada uno de ellos, es recibir y acoger la oportunidad de decidir entre lo bueno y lo malo, entre el éxito o el fracaso. Sin embargo es responsabilidad de los adultos brindarle esa oportunidad y ser su soporte moral, emocional, ser su guía a partir de nuestra vida ejemplar, de nuestra lucha diaria sin perder la fe, de entrenarlos en la libertad haciendo uso de su responsabilidad, vigor, entusiasmo, actitudes positivas y visión de la vida anhelada.  No con idealismos sino con ideales concretos, realistas, para los cuales se prepara, se trabaja, se le dedica tiempo y esfuerzo, y están relacionados obviamente con nuestra vida familiar, social y laboral. 
Siempre hablamos de desarrollo sostenible, asegurar los recursos para las generaciones futuras, pues hagamos eso, aseguremos una vida digna y respetable, que enseñe el valor del respeto mutuo, la solidaridad, el patriotismo, la identidad, para construir un mundo mejor, que asegura una convivencia social armónica, basada en el cumplimiento del deber, en el respeto por los derechos y libertades humanas. ¿Qué se requiere para ello? Para convivir en una “Cultura de paz” objetivo de toda democracia, es menester formar hábitos positivos: como la disciplina, el ahorro, la perseverancia, etc. 
Analizar los valores personales, considerando los principios de moralidad, honestidad, generosidad, altruismo y formar un estilo de vida propio, auténtico, donde se defina la clase de persona que quiere ser, como comportarse, cuáles serán, sus objetivos, sus planes, sus proyecciones, su capacidad para autocriticarse, corregirse y volver a empezar. Solo así estaremos asegurando nuestra propia sostenibilidad en la política, al formar hombres con una integridad moral capaz de dirigir los destinos de una Nación, de una Región, de un departamento, de una provincia o de un distrito.  
Así se distribuirán equitativamente los recursos, se fomentará el empleo y autoempleo, se generará riqueza en la percepción de sus capacidades y optimización de sus recursos. Así todo irá cambiando hasta encontrar su verdadero sentido. ¿Qué hacer para lograrlo? Volver a una escala de valores en que la prioridad sea la persona humana en búsqueda de sus fines fundamentales: felicidad, libertad, justicia, equidad, igualdad, responsabilidad, solidaridad, transcendencia, paz, en fin una vida individual y colectiva llena de sentido. 
Dado que los valores no se enseñan sino que se viven, tanto la familia como la escuela tienen un inmenso compromiso en la formación ética de las nuevas generaciones ya que son los primeros espacios del individuo. Se trata de formar integralmente a las personas en habilidades básicas de convivencia para que asuman responsablemente su vida y la de los demás partiendo de las fortalezas y debilidades que le ofrece su propia naturaleza humana y las circunstancias sociales que les ha tocado vivir. 
Es por eso que la enseñanza y el fomento de los valores humanos es tan temida y, a la vez, tan necesaria si en verdad nos interesa llegar a formar una sociedad y no un agrupamiento de individualidades egoístas, ciegas, sordas y mudas ante las necesidades del prójimo.

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